En los últimos años empezó a aparecer un rol curioso en distintas organizaciones: el Chief Happiness Officer o, en español, Gerente de la Felicidad. A primera vista puede sonar excéntrico, casi una estrategia de marketing interno. Sin embargo, detrás de este título hay preguntas profundas sobre cómo entendemos el trabajo, el bienestar y el valor de las personas en la empresa.
¿Es posible gestionar la felicidad en un equipo? ¿O más bien se trata de crear condiciones para que surja de manera más natural?

Una función que va más allá del clima laboral
Cuando se habla de felicidad organizacional, muchas veces se reduce a pequeños gestos: un desayuno sorpresa, un after office o un mail de reconocimiento. El rol del CHO apunta a algo distinto: generar una estrategia integral de bienestar que atraviese procesos, liderazgo y cultura.
La idea es que el clima laboral no dependa solo de momentos aislados, sino de una coherencia diaria. Por ejemplo, que las políticas de flexibilidad, el feedback y las oportunidades de desarrollo estén alineadas con esa búsqueda.
Felicidad como ventaja competitiva
No es casual que empresas innovadoras hayan creado este rol. Retener talento se volvió un desafío crítico y el salario ya no es el único factor de decisión. En ese sentido, el Gerente de la Felicidad aporta un diferencial: se ocupa de que trabajar en la organización sea una experiencia valiosa en sí misma.
Una pregunta útil para cualquier empresa, con o sin CHO, sería:
¿Qué hace que alguien quiera quedarse acá más allá del sueldo?

Entre la gestión y la cultura
Un punto clave es que el CHO no reemplaza a Recursos Humanos. Su tarea está más vinculada con la cultura organizacional: conectar el propósito de la empresa con la experiencia diaria de las personas.
Esto plantea un desafío interesante: si la cultura está atravesada por la desconfianza, el exceso de control o la falta de escucha, difícilmente alguien dedicado a la “felicidad” pueda revertirlo solo. Por eso, más que un puesto aislado, el valor está en cómo este rol logra influir en el estilo de liderazgo y en las prácticas cotidianas.
¿Un lujo o una inversión?
Algunas PYMEs miran con distancia esta figura porque la sienten lejana o costosa. Sin embargo, pensar en la felicidad en el trabajo no es un privilegio de grandes corporaciones. A veces, basta con pequeñas decisiones: abrir espacios de conversación sincera, dar autonomía en ciertas tareas o reconocer públicamente un esfuerzo.
En definitiva, se trata menos de sumar un cargo nuevo y más de preguntarse:
¿Qué prácticas cotidianas podrían hacer que mi equipo se sienta más motivado y cuidado?

Conclusión:
El Gerente de la Felicidad puede ser visto como un símbolo: nos recuerda que el trabajo no es solo productividad, también es experiencia humana. Quizás tu empresa nunca tenga un CHO formal, pero la pregunta de fondo sigue siendo relevante: ¿cómo diseñamos entornos donde la gente pueda desplegar su talento con alegría?
Si este tema te interesa, podés seguir explorando otros artículos en el blog de Ápice Estudio, donde seguimos pensando juntos cómo transformar la cultura organizacional desde lo cotidiano.
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Estoy convencido de que transformar la cultura es posible cuando empezamos a mirar con más profundidad lo que hacemos todos los días.