Introducción
En muchas empresas la colaboración se convirtió en la receta para casi todo: innovar, resolver problemas, acelerar proyectos. Pero cuando “colaborar” significa estar en todas las reuniones, responder a todos los chats y participar de cada decisión, el resultado no es creatividad sino agotamiento.
La colaboración es necesaria, sí. Lo que no siempre vemos es que también puede volverse un obstáculo si no se gestiona con cuidado. La pregunta no es cuánta colaboración tenemos, sino cuál de ella realmente aporta valor.

La paradoja de colaborar demasiado
El trabajo en equipo suele ser presentado como la solución universal. Sin embargo, cuando los vínculos se multiplican sin criterio, aparecen señales claras: duplicación de tareas, pérdida de foco, decisiones demoradas.
¿Te pasó de salir de una reunión pensando que nada avanzó? Eso no es falta de voluntad, es colaboración mal diseñada.

Complejidad buena vs. complejidad innecesaria
Los investigadores distinguen entre la complejidad que impulsa innovación y la que solo añade fricción. Lo primero ocurre cuando diferentes perspectivas se combinan para crear algo nuevo. Lo segundo, cuando sumamos pasos, aprobaciones y consultas que no cambian el resultado.
Un buen ejercicio puede ser mapear un proyecto reciente y preguntarse:
- ¿Qué interacciones aportaron realmente?
- ¿Cuáles solo hicieron más lento el proceso?

Diseñar la colaboración como un sistema
No se trata de agregar más herramientas digitales ni abrir más canales de comunicación. La clave está en definir con claridad roles y momentos:
- ¿Quién debe estar presente en cada instancia?
- ¿Cuándo conviene abrir la conversación y cuándo cerrarla?
- ¿Qué decisiones requieren consenso y cuáles no?
El rol del liderazgo en la saturación
Muchas veces los equipos colaboran de más porque los líderes premian la disponibilidad permanente. Estar “en todo” se confunde con compromiso. Pero lo que realmente importa no es la cantidad de interacciones, sino su impacto en el avance del trabajo.
¿Qué pasaría si empezáramos a valorar a quienes cuidan la energía colectiva, evitando reuniones innecesarias, en lugar de medir colaboración por horas invertidas?
Cierre
Domar la complejidad de la colaboración no significa trabajar en soledad, sino aprender a distinguir qué conversaciones potencian y cuáles desgastan.
Tal vez la clave no esté en colaborar más, sino en colaborar mejor.


